martes, 20 de septiembre de 2011

Traduciendo a Derek Walcott (4)



11.
Quizás existe en un sólo horizonte -
uno con molinos de viento y campanarios con inquisitivas cigueñas,
praderas con álamos chismosos, una zona templada,
estatuas ecuestres y fuentes de aguas trenzadas,
y, cuando el pueblo termina y aparecen los setos y los árboles,
el exhuberante campo que vemos desde el tren
con pilas de heno y estanques de patos y cuervos en una cerca
aparenta alistarse para el funeral de Alderman. La deferente lluvia
cae de forma ceremoniosa sobre los cafés y el adoquinado,
florecen los paraguas y una buena bruma
glasea las calles donde la catedral tiembla
ante su reflejo, una llovizna es bien recibida,
y el cura sin afeitar con su sotana polvorienta,
protector del latín y de los viudos cipreses,
mira cómo una bandada de estorninos registran los anales
que amparan la historia en su grisácea inmortalidad
y a las barcazas que pasan en estrofas a través de los canales.
Este es el clima de la poesía, su verdadero hogar,
no donde las palmeras se aplauden a sí mismas y las velas
bailan en deleites sin sentido y las gaviotas compiten con la espuma.