6.
Para August Wilson
August, el cuarto de luna pende como una corneta
sobre los campamentos de ladrillo de Morne
cuyos cuarteles poseen el brillo seriado
de los sellos postales; las cartas de las nubes están rotas,
y tu dulce instrumento ha sido guardado
al igual que tu plateada corneta, descansa en su estuche de terciopelo
con todos esos riffs y arias en que los personajes discuten
de la misma forma en que el viento regocija las acacias
hasta que luchan con el rugido de los torrentes
de siluetas negras y rasgadas
que con inmensas manos y ojos se alistan para batallar
con la llegada del día
en los infranqueables matorrales de Pittsburgh y Seattle,
en obras que son su propio himno y grito de batalla.
Yo desprendo el cuarto de luna para soplar sus alabanzas,
a ti, a Horace Pippin, a Romare, a Jacob Lawrence,
vi la corneta de la luna ahí arriba y pensé en ustedes.
De White Egrets de Derek Walcott, página 13