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Lorna
Goodison
Esta
prosa tiene la manera de andar de una mula
que
forzan a subir el camino de la montaña,
una
colina con fresas salvajes; sí, las fresas crecen allá,
y
los pinos también florecen; árboles nativos del exterior,
y
cafetales brillando en el fresco aire azulado
que
abanica los muslos de las montañas. El pernicioso jengibre
sobrecoge en las esquinas y las hojas de lima aplastadas
dejan
su recuerdo entre el pulgar y el tercer dedo;
cada
página tiene la frescura de la infancia de una muchacha,
de
cuando por un exiguo arroyo el blanco grito
de
una garceta golpea con el mismo ritmo con que los cuervos
sobrevuelan
carroñas invisibles en sus amplios sueños;
comas
brotan igual que arbustos espinosos a los lados de esta prosa curveada
que
desciende hacia algún pueblo llamado Harvey River
cuyas
cercas son protestantes. Una fina llovizna presbiteriana
bendice
cada corral con sus campanarios de madera
sobre
los hirvientes tejados de zinc. En este terreno
los
adjetivos se levantan con modestia;
esta
prosa mujeriega que se dirige a la modista
cruza
pequeños balcones húmedos y la ropa puesta a secar
de
un patio oloroso como el lunes; esta prosa
tiene
el repentino aroma de una inclinada ráfaga de lluvia
sobre
el asfalto quemado de las nubladas colinas de Jamaica.
De White Egret