Llueve en Santo Domingo y me siento a escribir
un poema de encargo para el centenario de Juan Bosch.
¿Cómo se siente escribir un poema que te encargan?
Se siente como cuando uno le quita el seguro
a una granada y no tienes más remedio que arrojarla.
Ahora debo mencionar al autor y señalar
las virtudes de su obra.
Decir, por ejemplo, que con sus cuentos pulió
el lenguaje cómo si fuera la platería de la familia
que debía cuidar para la próxima generación.
(Que Dos Pesos de agua es el cuento en que más lluvia
cae de toda la literatura.
incluso más que en la Biblia o Cien Años de Soledad
donde llueve tan sólo por cuatro años, dos meses y once días.)
Explicar que fue nuestro Tolstoy. Citar sus cuentos.
Plantear que su obra completa es un restaurante
que seguirá alimentando a nuestros tataranietos.
Sin embargo, en vez de esto, prefiero
recordar a Laura y a Jaime quienes encontraron
en casa de un familiar dos Polaroids
donde se ve a Juan Bosch en una playa:
en una está sentado
sobre una roca y detrás
de un cubo de pescador
y en la segunda
se distingue al profesor
desnudo de la cintura para arriba,
frente al mar transparente ,
sosteniendo un palo
y mirando con fijeza a la cámara,
como si fuera una especie de dios griego
que hubiera salido del mar
para obsequiarles perlas a los mortales.
Y yo fantaseo con que Juan Bosch
entraba y salía del mar
trayéndonos perlas en forma de libros,
libros de todos los tamaños , de todos los tipos,
grosores y estilos,
hasta que una tarde de esas ,
una tarde lluviosa y con cielo gris,
entró al mar en busca de otro libro
y no volvió a salir.