Es tan triste ser poeta
y tener veinte dedos
y dos orejas
y una nariz.
Quiero ser Papa en vez de poeta.
Quiero hablar con Dios.
Quiero hablar por teléfono con
Dios.
Pero ellos dicen que soy poeta.
Ellos dicen que soy el Baudelaire
de Santo Domingo.
Yo digo aleluya caracoles
globos de colores gallos
mientras entro monedas
en los teléfonos públicos.
A las monjas les advierto que voy a ser Papa.
Nada de metáforas.
Los Papas no utilizan metáforas.
Yo voy a ser Papa.
Yo digo zancos muelas
abuelo pitufo
niña soviética
abuelo pitufo.
Pero no.
Mis poemas son leones y te muerden
y te arrancan las piernas.
¡ Cuidado poetas!
¡ Cuidado!
Te van a despedazar.
Mis poemas están mordiendo a los peatones en el Conde
como sucedió en Roma
antes de que mataran a Julio César.
En esos tiempos no había papas
pero teníamos emperadores
y cada tarde los leones se comían a los poetas
en el coliseo
cuando los poemas eran mediocres.
En cambio, cuando los griegos
la gente veía a los dioses en las fiestas
y bebían con ellos y bailaban con ellos
y le hacían ronda
mientras ellos fornicaban con los mortales
y fornicaban con los animales
y fornicaban con los árboles.
Hoy la gente sólo ve televisión.
Los dioses no salen por CNN.
El Papa sale por CNN.
Yo digo diccionario herido
latas de sardina destornillador
termitas ataúdes gratis
tótem.
Me es tan díficil ser Papa.
Así que escribo y bebo cerveza y aguardo.
¡ Rómpanme una silla en la cabeza que seguiré!
Y salga el sol en el este o en el oeste
yo voy a ser Papa.
Crean o no crean en mí.
Yo voy a ser Papa.
Y voy a poder hablar con Dios.
Y si no quiero que hables con Dios
no vas a poder hablar con Dios.
Yo Bela Lugosi pateando una vaca muerta.
Yo viendo lo que otros poetas de Santo Domingo
dicen haber visto.
Yo jugando al epiléptico en las aceras.
Yo leyendo en las esquinas mis manuscritos
para luego ir quemándolos
con un encendedor.
Yo desde mi cama escuchando los millones de perros
que buscan mis huesos en los basureros
de la ciudad.
Yo tonsurado.
Yo pecando en el asiento trasero de un carro
en medio de dos cueros
que se besaban.
Yo andando en la lluvia con un musgo
creciéndome en el cerebro.
Yo que quise traerle una iguanita
del zoológico a mi amor
y que por eso me la metí en el bolsillo
pero un vigilante me vio
y tuve que volver a ponerla en su sitio.
En fin, es inútil.
No hay nada afuera.
Sólo estoy yo.
Baudelaire murió hace mucho.
Y yo estoy aquí.
No sé por qué.
Ni para qué.