No han vuelto a traer la noria,
Ni los caballitos ni los carritos chocones.
Tampoco han vuelto los mormones
A los que les robaron todas sus bicicletas.
Ya pasaron de moda las tangas
Y en las paredes de las barberías
Han cambiado los posters
De mujeres en bikini
Por retratos de un Jesucristo tercermundista.
Hay una relación entre la proliferación
De los expresos chinos y la extinción
De los gatos en el barrio.
Techos de Nissan y Toyotas cagados por palomas.
Azoteas con tinacos y sábanas tendidas y ropa.
En las noches, el viento nocturno
Riega el olor a plástico quemado
De las fábricas de Herrera.
Y el teléfono suena con insistencia
Y cuando contestas es un viejo amor
Que te confiesa: oye papi, el brassiere negro
Que me obsequiaste esa vez
Ya no me cierra.
Los vecinos podrían ser extras para una nueva secuela
De La Noche de los Muertos Vivientes
Mientras los que hurgan en la basura se mudan
Hacia un barrio más pudiente.
Pero las jevitas que desaparecieron
Han vuelto preñadas y en colas de motores.
Algunas traen rolos, otras rosarios y bigotes.
De noche, cuando llega la luz, aplauden
Con la misma ingenuidad que teníamos en los ochenta
Cuando pensábamos que para el 2000
Se terminarían los apagones.