domingo, 6 de abril de 2008

La Verdad, de Juan Bosch

Tengo una hipótesis sobre este cuento. Digamos que es una hipótesis conspirativa. Para quienes no recuerdan, La Verdad trata de la historia de Quique Blanco que sería algo así como el Jesse James dominicano. Sin embargo, más que de Quique Blanco es la historia escondida de un narrador que pudiera ser el mismo Juan Bosch. ¿Por qué no? Un Narrador relata los encuentros que tiene con Quique Blanco, prófugo de la justicia y asesino, quien se halla oculto en los montes del Cibao. Este narrador, uno de esos prohombres de Bosch con cierta educación y cierto nivel de preocupación social, quiere contar la verdad acerca de Quique Blanco, contraponiéndolo a las informaciones que salen en los periódicos y a los rumores de la gente. Así como en una vaquerada, Quique Blanco es un forajido que forzado por la desigualdad social y una que otra circunstancia, huye de la ley, baleando a uno que otro soldado. Su historia empieza cuando entra a la milicia y se ve envuelto en una riña con otro guardia y termina matándolo. Entonces se da a la huida, mata guardias, roba para comer y vivir. Se convierte en un forajido hasta que en uno de sus continuos tiroteos con la ley, una niña se interpone y termina muerta. Esto lo llena de sumo pesar, al extremo que se va deprimiendo y despreocupando de sus captores y de su suerte. Las veces que el narrador se topa con Quique Blanco, este le relata su vida y las causas por las que se convirtió en lo que es. A medida que uno lee el cuento, el narrador va humanizando la figura de Quique Blanco. Y lo logra. Al terminar de leer el relato, comprendemos mucho mejor los motivos que llevaron a Quique Blanco a ser cómo es y compadecemos la suerte que le ha tocado.

El narrador.

No llegamos a conocer el nombre del Narrador. ¿Qué sabemos? Que conoce a un tal don Aspasio Guzmán en La Capital, acaudalado terrateniente del Cibao. El narrador le propone medirle las propiedades; al parecer es agrimensor. Don Aspacio Guzmán dice que está de acuerdo, mas esa noche se emborracha y el Narrador le pierde el rastro. Así que se dirige al Cibao a buscarlo, va a Moca y de ahí a Villa Trina. De noche, buscándolo entre las lomas, el Narrador se topa con Quique Blanco, pero este no lo reconoce y conversa un rato con el forajido. Luego se despiden. Al otro día, el narrador escucha los rumores en el pueblo sobre las peripecias y los crímenes de Quique Blanco. Y tres días después, al cerrar el negocio con don Aspacio, vaga de nuevo por los alrededores y se topa de nuevo con Quique Blanco. Vuelven a conversar y Quique Blanco le hace las confesiones referidas arriba. Se despiden y dos días después, el Narrador se entera de la muerte de Quique Blanco. En el penúltimo párrafo del cuento se lee: Dos días después, de vuelta en la Capital, me encontré con la noticia de que un muchacho de Moca había sorprendido a Quique Blanco durmiendo y le había destrozado la cabeza de un tiro con el revólver del propio muerto. Más tarde supe que habían paseado el cadáver por todos los pueblos del Cibao, para que la gente no creyera que seguía vivo.

El narrador como Asesino

La cuestión es que no está claro quien lo mata. Se habla de un jipato de Moca o de un vengador. De alguien que lo mató y que no quiere dar la cara. Se trata de un asesino sin rostro. Es en este punto que empiezo con mi hipótesis. Donde hay un asesino sin rostro, todo el mundo puede ser culpable. Puede ser incluso el narrador del cuento. Por supuesto, esto no se menciona en ninguna parte. Pero el Narrador tiene todas las posibilidades. Es decir, este llega a intimar con Quique Blanco e incluso hay un pasaje revelador que saca a la luz algo relacionado luego con el asesinato: Iba a decirle adiós ya, pero él me atajó y buscó algo en el macuto. Sacó un hierro brillante y estuvo acariciándolo. Me lo tendió.

- Llévese eso. Yo no lo he usao todavía – dijo.

- No, Quique; quédese con él,

Entonces alzó la cabeza e inició una sonrisa. Se quedó con el brazo encogido, el revolver en la diestra. Tenía aspecto de niño.

- Vea – aseguró lentamente -: no sabe lo que le agradezco esa delicadeza, amigo. Este lo tenía yo pa mí.

De golpe se puso en pie, volvió a meter el arma en el macuto y me tendió la mano.

¿Es posible que el Narrador se haya aproximado a Quique Blanco mientras este dormía y le disparara con su propio revólver? Puede que llegue a esta conclusión, pensando en el cuento de Borges La Forma de la Espada, donde se habla de una traición que es revelada en la última oración del cuento. Ahora bien, ¿por qué haría esto? No existe una razón para esto. Aunque no ocurre lo mismo con el cuento de Borges, en La Verdad la ausencia del asesino y la extraña construcción del cuento llevan a pensar que el cuento no termina donde presuntamente termina. Hay algo que va más allá. Un mensaje en código secreto.

Leamos los dos primeros párrafos: Nadie se explica por qué el matador de Quique Blanco ha rechazado las proposiciones que se le han hecho; ; por qué se niega a que lo retraten. Un periodista dijo que era muy humilde; y se cuenta que se avergonzó cuando quisieron hacerle un regalo digno de su hazaña. Ayer oí contar otra vez la historia. Refiere que el muchacho- un jipato de las vueltas de Moca- aprovechó un corto sueño de Quique, le arrebató el revólver y le destrozó la cabeza. Hay quien asegura que entre las víctimas de Quique figuró el padre de su matador, que éste sólo quiso vengarse y que por eso rechaza la notoriedad que le ha dado el suceso.

Yo aseguro que no hay tal cosa. La verdad, la absoluta verdad de los hechos la tiene una sola persona. Soy yo. Ahora la voy a hacer pública, y desafío a que alguien pretenda desmentirme.

Ahora comparemos el segundo párrafo con el último del cuento que reza:

Vivo, estuvieron persiguiéndolo con rabiosa saña; muerto, se regodean sobre sus restos y mienten descaradamente. Pero yo sé la verdad, la única verdad de esta vida empujada al crimen; la única verdad de esa muerte realizada con heroica frialdad. Es esa que he dicho. Desafío al más osado a que me contradiga.

Todo esto nos da a entender que no importa tanto quien mató a Quique Blanco. Ya su muerte es inminente. El verdadero protagonista del cuento es el Narrador sin nombre y Quique Blanco pasa a segundo plano. Si se observa atentamente, comprendemos que el cuento ha sido estructurado de manera que funcione como una denuncia o una crítica social a gran escala. Mas bien diría, que como una toma de consciencia. Tal como se observa en el personaje de El Narrador que después del encuentro con el asesino vilipendiado por todo el Cibao, reflexiona sobre la injusticia y el abuso de poder trujillista contra el campesinado. ¿Podemos pensar en dicho Narrador como en Juan Bosch? ¿Cómo el joven Bosch indignado ante el sistema y el abuso de los terratenientes? ¿Cómo el Bosch alumno de Hostos con ganas de transformar su entorno?

Si en algún momento El Narrador se presenta como un individualista, un interesado, un utilitarista, alcanzando a decir cosas como esta: Creo que soy cobarde, porque de otro modo hubiera reaccionado inmediatamente contra aquella asesina tranquilidad. Quizá lo hubiera hecho; pero necesitaba del hombre; de repente se llena de valor y llega a conclusiones como estas: Ahora la voy a hacer pública, y desafío a que alguien pretenda desmentirme; y esta: Desafío al más osado a que me contradiga.

Es como si el cuento tratara en sí de la redención. Al leerlo y terminarlo, uno termina llevándose las manos a la cabeza y exclamando: ¡este país de la mierda nunca va a cambiar!.