¿Qué habrá sentido Juan Bosch al terminar de escribir La Mujer? Recuerdo que John Cheever al terminar de escribir uno de sus cuentos más memorables salió corriendo de la habitación con las páginas, en busca de alguna persona a quien pudiera leérselas. Pienso que Juan Bosch al terminar de escribir el cuento, debió de haber sentido lo mismo. Por supuesto, esto no significa mucho. Sin embargo, implica una suerte de magia en la que está envuelta el cuento. Porque La Mujer da la sensación de ser uno de esos cuentos que se escriben en estado de trance. Como si la historia estuviera flotando en el aire, buscando entre todos los escritores posibles hasta elegir al indicado. Se trata de uno de esos cuentos únicos, de esos rompecabezas en que las palabras son como piezas colocadas en sus puestos que tan pronto las arrancan o las remueven, el rompecabezas o cuento parece falseado o ultrajado. Por eso resulta tan difícil escribir un cuento así; tan sólo hay que pensar en lo corto que se quedó el escritor José Luís González con su homenaje al cuento de Juan Bosch titulado La Mujer.
La Mujer fue redactada en 1932, cuando Juan Bosch contaba con apenas 23 años. Es uno de los primeros cuentos que Juan Bosch publica en la Revista Bahoruco, pero no de los primeros que escribe, ya que su labor de cuentista empieza prácticamente a los nueve o diez años y comprende un gran número de cuentos que fueron destruidos en un fuego que consumió la biblioteca del escritor Federico García Godoy, mentor del primero. A medida que este va publicando sus cuentos, muchos lectores e intelectuales de la época llegan a la infame conclusión de que Juan Bosch es el pseudónimo de uno de los ilustres escritores de turno. Nadie cree que un muchacho tan joven puede escribir semejantes cuentos, lo que no es raro en una sociedad donde históricamente los escritores y los intelectuales tienden a agruparse en mafias y dedicarse al ajuste de cuentas.
Sin embargo, poco a poco la crítica y los lectores se rinden ante sus prodigiosas historias. A propósito de la aparición de La Mujer, la revista Carteles de Cuba, publica lo siguiente: La Mujer, un cuento de Juan Bosch, el primer cuentista dominicano del momento. Domina el género y tiene la rara virtud de narrar con una sencillez que da relieve al tema. La Mujer es una tragedia rural dominicana.
Vamos al cuento. Al parecer, la ubicación de este fue inspirado en la construcción de carreteras que se realizaban por primera vez en ciertos lugares del país. Esto es una hipótesis. Sin embargo, ayuda para comprender la referencia a La carretera muerta, sobre todo al compararla con el resto del paisaje rural abocado a convertirse tarde o temprano en un paisaje urbano. O la relación carretera - mujer. O la lectura del cuento como una fabula moral a la manera de No Country for Old men de Cormac Mc´Carthy y algunos cuentos de Rulfo.
A mi juicio, La Mujer se desarrolla en el sur dominicano, en una de las regiones que por largos años ha sido la más árida y la más pobre del país. ¿En Azua? ¿En Pedernales? El narrador no menciona el lugar en que estamos, y esto, de alguna manera, lleva a pensar que pudiéramos estar en todas partes y al mismo tiempo en ninguna parte. Pensemos en pasajes como este: A los lados hay arbustos espinosos. Muchas veces la vista se enferma de tanta amplitud. Pero las planicies están peladas. Pajonales, a distancia. Tal vez a veces rapaces coronen cactos. Y los cactos están allá, más lejos, embutidos en el acero blanco.
El cuento está dividido en tres secuencias.
En la primera, los seis primeros párrafos describen nítidamente la carretera. En un punto de la narración la descripción del paisaje pertenece a la mirada de Quico quien va avanzando a pie por la carretera, empero, al mismo tiempo el narrador omnisciente nos va dando a entender más. Se lee: La casa estaba allí cerca, pero no podía verse. O: La mujer se veía, primero, como un punto negro, después, como una piedra que hubieran dejado sobre la momia larga. Más adelante: A medida que avanzaba crecía aquello que parecía una piedra tirada en medio de la gran carretera muerta. Crecía, y Quico se dijo: Un becerro, sin duda, estropeado por un auto. Y en el último párrafo de la primera secuencia: Más cerca ya, Quico vio que era persona. Oyó distintamente los gritos del niño. De un principio, nosotros sabemos que se trata de una mujer, pero al mismo tiempo conocemos la perspectiva de Quico y lo que este está mirando y enfrentando.
La segunda secuencia describe las razones de por qué la mujer se encuentra tirada en medio de la carretera y el niño a su lado gritando.
La tercera secuencia, es donde convergen todos los personajes y se logra la resolución que le da una vuelta de tuerca a todo el cuento.
No tiene sentido contar más. Al leer por primera vez este cuento, uno se sorprende. Cada nueva lectura, sigue sorprendiendo.