jueves, 21 de junio de 2007

La Aventura de un Fotógrafo en la Plata de Adolfo Bioy Casares


En 1985, Bioy Casares contaba ya con setenta años cuando publicó una de sus mejores novelas: La Aventura de un Fotógrafo en la Plata. A Bioy todavía le quedaban catorce años más de vida, a su mujer, Silvina Ocampo le quedaba ocho años de vida y a su hija, Marta, le quedaban nueve años, a Jorge Luís Borges, su inseparable amigo, tan sólo le quedaba un año más. Pero por supuesto, todos ignoraban esto, y por lo tanto, nada de esto se ve reflejado en la novela.

Pero vamos a la novela. De nuevo el título. La Aventura de un Fotógrafo en la Plata. Se trata de un título anacrónico. Pero al igual que en varios de sus libros, el título sirve para describir con precisión el contenido de la novela, lo que supongo que debió traerle fuertes dolores de cabeza a los editores que siempre buscan la extravagancia de los títulos y las portadas, como esos de Anagrama o de Alfaguara que en ocasiones sus portadas no tienen nada que ver con el contenido del libro.

Dividida en 63 minuciosos capítulos y con una extensión de 183 páginas (de acuerdo a mi edición de Alianza Tres), La Aventura de un Fotógrafo en la Plata cuenta las peripecias de Nicolasito Almanza, joven de provincia, que es enviado a la ciudad de la Plata a tomar fotografías para ser incluidas posteriormente en un libro. Durante su recorrido por ciudad de La Plata con cámara en ristre, se ve envuelto en una serie de acontecimientos y de situaciones hilarantes que recuerda a lo mejor de la novela picaresca. Al mismo tiempo, se reiteran una serie de argumentos que Bioy nos tiene acostumbrados en su narrativa, tales como los intríngulis del amor, la fisura entre la realidad y la ficción, y sobre todo, la perfecta construcción de personajes secundarios, personajes que entran y salen a su debido momento y que siempre cumplen una función determinada con la trama.

También debemos resaltar la manera en que Bioy nos va moviendo por los lugares más significativos de La Plata: la casa de Alma Fuerte, La Plaza Rocha, el Parque Moreno, el zoológico, el monumento al Almirante Brown,
etc. Se puede diseñar un mapa para ir siguiendo el recorrido que hace Nicolasito Almanza por La Plata (este es un consejo gratis para el ministro de Turismo de La Plata o para el Ayuntamiento o para quien pueda interesar)

Sobre La Plata, uno de los personajes de la novela comenta: Una Ciudad Nueva, de gran pasado. Su pasado es de cuando el país tenía futuro.

La novela comienza con la siguiente oración: Alrededor de las cinco, después de un viaje en ómnibus, tan largo como la noche, Nicolasito Almanza llegó a La Plata.
A pocos minutos de su llegada, Almanza se encuentra con una extraña familia, compuesta por Juan Lombardo, el padre, sus dos hijas, Julia y Griselda, la prole de Griselda, una niña de cuatro años y un bebé. De alguna manera, el encuentro casual con esta familia prefigura el desenlace de los siguientes capítulos de la novela, que a medida que la trama va avanzando se tornan y tornan más descabellados.

Se trata de uno de
esos comienzos determinantes. Esos comienzos diabólicos con que arrancan El Maestro y Margarita de Bulgakov o el Watt de Beckett.

Nicolasito Almanza parece tío o papá del García Madero de los Detectives Salvajes de Bolaño. Un personaje ingenuo, inocente, que realiza reflexiones de este tipo: Francamente no tengo ganas de llevarla a un hotel.

Por ejemplo, Enrique Vila – Matas hace dicha observación, en la página 73 de El Viento Ligero en Parma, refiriéndose a los Detectives Salvajes de Roberto Bolaño: El ingenuo diarista tiene una voz con ecos del protagonista de La Aventura de un fotógrafo en La Plata de Bioy Casares (uno de los autores más familiares al mundo literario de Bolaño).

Y más adelante, en la página 112 del mismo libro, refiriéndose a Bioy, Enrique Vila – Matas escribe: Quienes admiramos su obra, sabemos que, aunque no esté él para defenderla, libros como La Invención de Morel o La Aventura de un Fotógrafo en La Plata (mi libro de Bioy preferido) se defienden solos.

En la página 76 de La Aventura de un fotógrafo en La Plata, Bioy medita sobre la fidelidad y nuestra sociedad matriarcal:


- Todo lo que puede pasar es un revolcón, pero después vuelve a mí, como siempre. Y si por una casualidad yo hiciera otro tanto, el resultado no varía. Es claro que para él las cosas son fáciles, porque las mujeres son más naturales. Y más vivas. No se dejan engañar por lo que dicen, no sé si me entiende. ¿Quiere una prueba de que son más vivas? Gobiernan el mundo. Los hombres se limitan a repetir lo que ellas les inculcaron. Fíjese, los hombres siempre fueron andariegos y mujeriegos, enemigos de las ataduras. Desde que se tiene memoria, las mujeres buscaban el casamiento y los hombres como podían lo evitaban. Ahora todo eso cambió. Ni les hable a los hombres de una aventura pasajera. Quieren formar pareja y construir algo, no saben qué. Repiten lo que las mujeres les dijeron. El resultado está a la vista. Hoy en día la mujer que pretende una aventura pasajera es una sobreviviente de otra época. No quedan hombres para ella. Entre los que quieren construir algo y los maricas, no quedan hombres. ¿Usted qué piensa?
- Francamente, no sé.


También, en la página 121, se pone a filosofar a través de un personaje y a darle consejos a la juventud:


- Claro, pero no hay que desperdiciarla. Te prevengo: la vida pasa pronto y estás en una edad peligrosa. Hasta los treinta, la gente no hace más que fornicar.
- ¿Y después?
- Nada cambia. Leí no sé dónde que la vida se compone de nacer, fornicar y morir. El resto no será más que yugo, para ganar el sustento, y representación (la llamada cultura), un teatro para quedar bien ante los otros y uno mismo.