En una de las Ferias del Libro de Santo Domingo, asistí a una conferencia que Sergio Pitol dictó sobre Pedro Henríquez Ureña. La conferencia estaba pautada para presentarse en el salón principal del Conservatorio de Música. Cuando llegué, en la sala aguardaban a que empezara la conferencia, alrededor de ocho personas, la mayoría, funcionarios de la feria del libro y uno que otro escritor. Esperaron unos minutos más por la llegada de intelectuales sin resultado alguno. Entonces procedieron con la conferencia. Sergio Pitol había preparado una conferencia sobre Pedro Henriquez Ureña titulada PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA VISTO POR SUS PARES.
El texto es encantador. En cuanto a la conferencia, lo más llamativo fueron las pausas que Sergio Pitol tomaba para abundar en uno que otro tema y para ilustrar temas tan disimiles como la revolución mexicana o la vida en el Nueva York de principios del siglo veinte. Hasta entonces, ninguno de los invitados internacionales de la Feria del Libro de Santo Domingo había presentado un trabajo sobre un escritor dominicano, por lo que la decisión de Sergio Pitol, me pareció un gesto de gran generosidad para el público dominicano y para el mismo Pedro Henríquez Ureña. Tan sólo pensar que Sergio Pitol, uno de los mejores escritores contemporáneos, hubiera preferido dictar una conferencia sobre otro escritor antes que ponerse a comentar o reflexionar sobre la suya, da a entender el respeto que le profesa a la buena literatura y a los que considera sus deudores, características, que por supuesto, se aprecian reiterativamente en sus textos.
Después de esa conferencia, que si no me equivoco fue en 2000 o quizás en 2001, empecé a interesarme por la obra de Pedro Henríquez Ureña (por esas fechas en el país se volvió a estudiar a Pedro Henríquez Ureña, se volvió a editar y se empezaron a publicar biografías y monografías acerca de su persona y su obra). Aunque sé que no es así, me gusta pensar que todo eso se debió a la conferencia de Sergio Pitol. Lo que hace que recuerde la conferencia con mucho cariño, aunque al mismo tiempo hay un episodio que de alguna manera recuerdo con desconsuelo. Es el siguiente. En un momento, Sergio Pitol empieza a describir la muerte de Pedro Henríquez Ureña, aquella que Borges refirió en un famoso texto. Pero de repente es interrumpido por varios hombres y mujeres que entran atropelladamente a la sala gritando y cambiando de lugar las sillas de hierro. Desde la puerta de entrada, se desplaza una delegación de no recuerdo qué institución que iba a presentar una publicación periódica. Quizás una revista o un libro. No sé. A medida que Sergio Pitol avanza con la lectura, esta delegación, a la que se le van sumando adeptos, se acerca como en procesión hacia el centro del salón. Argumentan que ya son las siete en punto y que tienen que proceder con su actividad. En fin, el salón en unos minutos se convierte en un gallinero, donde por un lado se escucha la voz de Sergio Pitol y por el otro lado la de las personas que sin el más ligero respeto, cuchichean como si se encontraran en una fiesta. Sergio Pitol decide interrumpir la conferencia. Lee de improviso la parte final o se salta unos párrafos. No recuerdo bien. Lo que sé es que esta malhumorado y se halla reacio a seguir su conferencia ante el descaro de los invasores.
Después de esa conferencia, que si no me equivoco fue en 2000 o quizás en 2001, empecé a interesarme por la obra de Pedro Henríquez Ureña (por esas fechas en el país se volvió a estudiar a Pedro Henríquez Ureña, se volvió a editar y se empezaron a publicar biografías y monografías acerca de su persona y su obra). Aunque sé que no es así, me gusta pensar que todo eso se debió a la conferencia de Sergio Pitol. Lo que hace que recuerde la conferencia con mucho cariño, aunque al mismo tiempo hay un episodio que de alguna manera recuerdo con desconsuelo. Es el siguiente. En un momento, Sergio Pitol empieza a describir la muerte de Pedro Henríquez Ureña, aquella que Borges refirió en un famoso texto. Pero de repente es interrumpido por varios hombres y mujeres que entran atropelladamente a la sala gritando y cambiando de lugar las sillas de hierro. Desde la puerta de entrada, se desplaza una delegación de no recuerdo qué institución que iba a presentar una publicación periódica. Quizás una revista o un libro. No sé. A medida que Sergio Pitol avanza con la lectura, esta delegación, a la que se le van sumando adeptos, se acerca como en procesión hacia el centro del salón. Argumentan que ya son las siete en punto y que tienen que proceder con su actividad. En fin, el salón en unos minutos se convierte en un gallinero, donde por un lado se escucha la voz de Sergio Pitol y por el otro lado la de las personas que sin el más ligero respeto, cuchichean como si se encontraran en una fiesta. Sergio Pitol decide interrumpir la conferencia. Lee de improviso la parte final o se salta unos párrafos. No recuerdo bien. Lo que sé es que esta malhumorado y se halla reacio a seguir su conferencia ante el descaro de los invasores.
En 2005, Sergio Pitol retornó nuevamente a la Feria del Libro de Santo Domingo y presentó una conferencia sobre Tabucchi. En esta ocasión, me cuentan que fue mucho mejor recibido, y que fue homenajeado, una tarde, en que escritores e intelectuales, se reunieron con él en una librería a departir.
Por esa época, vivía en el extranjero y recuerdo que le mandé una breve carta a Maritza Álvarez y a Chelo para que se la dieran a Sergio Pitol junto a un librito de poemas. Chelo se acercó a Sergio Pitol, le entregó la carta, conversaron y terminaron como buenos amigos. El contenido de la carta es el siguiente.
Sergio Pitol, le mando estos poemas como muestra de aprecio y de admiración.Me hubiera gustado estar en Santo Domingo para escuchar su conferencia, pero se da el caso de que estoy viviendo en Chicago. Me apena no escuchar su conferencia, que me imagino ha de ser tan puntual y magistral como la que dio acerca de Pedro Henríquez Ureña años atrás.
Yo estaba entre los asistentes a esa conferencia y aunque ya conocía su obra y la conferencia me pareció excelente y propició un descubrimiento de la obra de PHU en mí, no tuve la valentía de levantarme y acercarme a donde estaba y estrecharle la mano.
Espero que estas líneas sirvan como ese apretón de mano que no le di. Gracias por los libros suyos y por los libros ajenos que ha dado a conocer. Gracias por las traducciones de escritores polacos que me han dado tema para hablar con una rubia polaca. Gracias.Frank Báez.
Un mes después, Maritza y Chelo me visitaron en Chicago, trayéndome una revista Xinesquema donde Sergio Pitol publicó Los Prodigios de la Memoria, así como una entrevista que le hizo Basilio Belliard. Sergio Pitol me había hecho una dedicatoria, en una foto que aparece junto a su perro Sacho, frente a lo que parece ser el portal de una casa.
Por esa época, vivía en el extranjero y recuerdo que le mandé una breve carta a Maritza Álvarez y a Chelo para que se la dieran a Sergio Pitol junto a un librito de poemas. Chelo se acercó a Sergio Pitol, le entregó la carta, conversaron y terminaron como buenos amigos. El contenido de la carta es el siguiente.
Sergio Pitol, le mando estos poemas como muestra de aprecio y de admiración.Me hubiera gustado estar en Santo Domingo para escuchar su conferencia, pero se da el caso de que estoy viviendo en Chicago. Me apena no escuchar su conferencia, que me imagino ha de ser tan puntual y magistral como la que dio acerca de Pedro Henríquez Ureña años atrás.
Yo estaba entre los asistentes a esa conferencia y aunque ya conocía su obra y la conferencia me pareció excelente y propició un descubrimiento de la obra de PHU en mí, no tuve la valentía de levantarme y acercarme a donde estaba y estrecharle la mano.
Espero que estas líneas sirvan como ese apretón de mano que no le di. Gracias por los libros suyos y por los libros ajenos que ha dado a conocer. Gracias por las traducciones de escritores polacos que me han dado tema para hablar con una rubia polaca. Gracias.Frank Báez.
Un mes después, Maritza y Chelo me visitaron en Chicago, trayéndome una revista Xinesquema donde Sergio Pitol publicó Los Prodigios de la Memoria, así como una entrevista que le hizo Basilio Belliard. Sergio Pitol me había hecho una dedicatoria, en una foto que aparece junto a su perro Sacho, frente a lo que parece ser el portal de una casa.