jueves, 23 de diciembre de 2010

Reseña de Yo era una chica moderna de César Aira


Sin duda alguna mi libro favorito del 2010 y con el que más me reí es una  novela que fue publicada  en el 2004: “Yo era una  Chica Moderna” de  César Aira.  Este libro, editado por Interzona,  forma parte de una trilogía donde los otros títulos son “Yo era una Niña de Siete Años” y “Yo era una Mujer Casada”, los cuales también leí  este año  y que se caracterizan por estar narrados  en primera persona por una voz femenina.  
Se podría decir que  Yo era una Chica Moderna  cuenta las andanzas y aventuras de  la narradora  junto a su amiga Lila  en las  noches porteñas, las cuales  atraviesan en busca  de una discoteca que noche tras noche cambia de sitio.  En el camino se toparán con lesbianas migrantes rusas que sufrieron mutaciones  por el accidente nuclear en Chernóbil,  con un feto que apodan el gauchito y con un pandemónium por la peatonal Florida  que tiene reminiscencias de las escenas de exteriores de Godzilla.  Sin embargo, como ha analizado Sandra Contreras en su libro “Las Vueltas de César  Aira”, la obra de este escritor trata siempre de otra cosa. Y esa otra cosa, en este caso aparenta ser  el periodo en que funcionó una famosa galería de arte  llamada Belleza y Felicidad que  fue  bien influyente a principios del milenio.  Por lo tanto, muchos de los personajes que desfilan por el libro  puede que estén  basados en personas de carne y hueso  ligados a esa galería.  
Estuve en Buenos Aires en septiembre  de este año. Cuando  preguntaba sobre  Yo era una Chica Moderna”,  poetas y editores, me respondían  que  el personaje  de la narradora  bien pudo basarse en  Cecilia Pavón,  en  Fernanda Laguna o en Gabriela Bejerman, artistas relacionadas con Belleza y Felicidad.  De estas tres, alcancé a conocer y a tratar a la última, Gabriela Bejerman, conocida también como Gaby Bex, quien se convirtió en una amiga entrañable.  Sin embargo, dos días antes de retornar a la isla, me  entrevisté con César Aira y  al preguntarle  sobre quién era la narradora de su libro,  éste sin  dudar un segundo  respondió  que era él mismo.  ¿Así como decía Flaubert de Madame Bovary?, le pregunté.   No, más bien como decían los apóstoles de  Dios, el Espíritu Santo y Jesús  en el Nuevo Testamento, contestó.