Sin duda alguna mi libro favorito del 2010 y con el que más me reí es una novela que fue publicada en el 2004: “Yo era una Chica Moderna” de César Aira. Este libro, editado por Interzona, forma parte de una trilogía donde los otros títulos son “Yo era una Niña de Siete Años” y “Yo era una Mujer Casada”, los cuales también leí este año y que se caracterizan por estar narrados en primera persona por una voz femenina.
Se podría decir que “Yo era una Chica Moderna” cuenta las andanzas y aventuras de la narradora junto a su amiga Lila en las noches porteñas, las cuales atraviesan en busca de una discoteca que noche tras noche cambia de sitio. En el camino se toparán con lesbianas migrantes rusas que sufrieron mutaciones por el accidente nuclear en Chernóbil, con un feto que apodan el gauchito y con un pandemónium por la peatonal Florida que tiene reminiscencias de las escenas de exteriores de Godzilla. Sin embargo, como ha analizado Sandra Contreras en su libro “Las Vueltas de César Aira”, la obra de este escritor trata siempre de otra cosa. Y esa otra cosa, en este caso aparenta ser el periodo en que funcionó una famosa galería de arte llamada Belleza y Felicidad que fue bien influyente a principios del milenio. Por lo tanto, muchos de los personajes que desfilan por el libro puede que estén basados en personas de carne y hueso ligados a esa galería.
Estuve en Buenos Aires en septiembre de este año. Cuando preguntaba sobre “Yo era una Chica Moderna”, poetas y editores, me respondían que el personaje de la narradora bien pudo basarse en Cecilia Pavón, en Fernanda Laguna o en Gabriela Bejerman, artistas relacionadas con Belleza y Felicidad. De
estas tres, alcancé a conocer y a tratar a la última, Gabriela
Bejerman, conocida también como Gaby Bex, quien se convirtió en una amiga entrañable. Sin embargo, dos días antes de retornar a la isla, me entrevisté con César Aira y al preguntarle sobre quién era la narradora de su libro, éste sin dudar un segundo respondió que era él mismo. ¿Así como decía Flaubert de Madame Bovary?, le pregunté. No, más bien como decían los apóstoles de Dios, el Espíritu Santo y Jesús en el Nuevo Testamento, contestó.