miércoles, 6 de febrero de 2008

American Pastoral de Philip Roth (2)



En internet leo que American Pastoral se considera la mejor novela de Philip Roth. En la portada de la novela se lee una nota de Kakutani que dice que es una de sus más poderosas novelas. Ya que yo he leído tan sólo cinco libros suyos, de los más de treinta que ha escrito, no pontifico, al igual que un escritor dominicano en el Palacio de la Esquizofrenia, diciendo que tal libro es su mejor obra, sosteniendo el libro orgullosamente como si este pudiera detener balas. Eso sí, puedo decir cuál me ha gustado más. Bueno, las que más me han gustado han sido La Mancha Humana y American Pastoral. De estas dos, me quedo con la primera, pero la verdad American Pastoral, le pisa los talones y de tanto en tanto le da un empujón y le pasa. En ambas, Philip Roth habla sobre la caída. No de la caída desde un paracaídas, sino una caída tan fuerte como la de esos oficinistas que se cayeron desde los últimos pisos de las Torres Gemelas cuando los aviones chocaron contra estas.

Si entre estas dos novelas, colocamos Me Casé con un Comunista, tenemos la trilogía sobre la caída del imperio norteamericano, como si con esta trilogía se encontrara clausurado un ciclo histórico y estas novelas pudieran explicar las sinrazones de los Estados Unidos a otra civilización, si en el 2000 hubiera llegado realmente el fin del mundo. Una novela sobre la desilución norteamericana en que las ideas del progreso y la utopía se desconceptualizan. En estas novelas Philip Roth utiliza su alterego Nathan Zuckerman quien narra la tumultuosa vida de tres personajes, tres conocidos suyos que se toparon con él en algún momento de su vida. En Me Casé con un Comunista tenemos a Ira Ringold acusado de comunista y enemigo de estado durante el
Marcarthismo, en La Macha Humana tenemos al profesor acusado de racismo Coleman Silk y en American Pastoral tenemos a Swede Levov. ¿Qué pasa con Swede Levov? Swede Levov pertenece a la tercera generación de inmigrantes judíos rusos que llegaron a los Estados Unidos en busca de su sueño americano. Gente que llegaron al imperio a trabajar, a trabajar quince horas al día. Así como trabajan los dominicanos y los mexicanos ahora. Así como trabajan los haitianos aquí. Rompiéndose la espalda día y noche, con el único consuelo de que su descendencia pueda insertarse en el sistema para obtener mejores empleos y una calidad de vida respetable.

Gracias a su abuelo y su padre, al tesón de estos dos hombres y al propio tesón de Swede Levov, llegan a levantar unas exitosas fábricas de guantes. Swede Levov lo tiene todo, ingenio, una figura excelsa, más de seis pies de estatura, atlético y rubio, uno de esos judíos que la Gestapo no se hubiera osado a preguntarle por sus documentos en la Europa nazi. Se casa con una beldad, descendiente de irlandeses, quien además de su sangre irlandesa y católica, fue ex Miss New Jersey. Tienen una hija y se compran una casa de ocho habitaciones en las afueras de Newark y tienen vacas y hasta un toro ultra simpático. ¿American way of life?
¿Un sueño idílico? ¿Una pastoral? Sí, sí. Sin embargo, a medida que vamos acercándonos a la otra orilla del libro contemplamos la manera en que toda esta pastoral se va derrumbando descabelladamente. Así como las Torres Gemelas.

Un derrumbe que incluye choques culturales, terroristas, que incluye infidelidades, traiciones, horrores, desesperación, jainismo, que incluye de todo.

Recordando la trilogía de poemas de John Milton, la novela está dividida en tres partes: Paradise Remember, The Fall y Paradise Lost. La primera se refiere a la memoria y a los recuerdos de Nathan Zuckerman sobre la niñez de Swede Levov y de la manera en que este emprende su proyecto de escritura. La segunda es la destrucción del paraíso en que habitaba Swede Levov y que Nathan había reconstruido con sus recuerdos. La última está basada, sobre todo, en un terrible día de verano de los setenta, en que se desató el escándalo del Watergate y se proyectaba en los cines Deep Throat.

En los estantes, me esperan otras novelas de Philip Roth, observándome como extraños animales dispuestos a devorarme y que los devore. De esa lucha se trata la literatura. Que importa que a Philip Roth se le acuse de misógino, que se recluya en un bosque, que sea enemigo de Woody Allen, etcétera, etcétera. La lucha es entre uno y los libros. Y gracias a Dios, falta tanto combate.