lunes, 14 de enero de 2008

La mancha Humana de Philip Roth

Quiero tener una lista con los personajes más neuróticos de la literatura. Me refiero a esos seres despreciables que aparecen en las novelas y le hacen la vida imposible a todo el mundo incluido al lector.

He apuntado a algunos de estos.


Anoche, al finalizar, La Mancha Humana de Philip Roth, pensaba en esto. En el renglón femenino, una de las neuróticas más insoportables de la literatura norteamericana es Delphin
e Roux.

Recuerdo que Giselle se pasó tres días de malhumor porque estaba leyendo los pasajes de la novela donde aparece con sus faldas escocesas y su prepotencia, Delphine Roux.

Es una académica francesa de veinte y nueve años, que dirige el departamento de Filosofía y Letras de la universidad de Athena. Desde un principio, se convierte en el némesis del profesor Coleman Silk. Lo ataca de frente y de espalda. Lo caza por todas partes, enviándole pasquines acusatorios y correos electrónicos donde lo difama, incluso después que este muere.

Y esto, porque le es imposible alcanzarlo. Lo que significa que se enamora de él. Cuando Coleman Silk empieza a salir con una mujer de limpieza analfabeta, Delphine Roux estalla como una olla de presión y comienza a acosarlo.

A través de pasajes analíticos como una tomografía en que observamos el cerebro de Delphine Roux, percatándonos de que se trata más bien de un globo que en vez de llenarse de aire se va llenando de referencias y de ideas. Se trata de una de estas mujeres que se enfrasca en una competencia intelectual en busca de la aceptación de cualquier figura partenal que ella va creando donde quiera que se encuentre.

Una mujer que quiere que todo el mundo se ponga a sus pies como se ponen los mulsumanes cuando oran en La Meca.

Hmm, sus padres decían que se asemejaba a la actriz Leslie Caron. O sea, esta.



En la página 221, Philip Roth escribe sobre la generación que Delphine Roux proviene:
Esos jóvenes con una magnífica preparación, con una gran coherencia intelectual, muy listos e inmaduros, dotados de la educación francesa más esnob y preparándose a fondo para que los envidien durante toda su vida, frecuentan cada sábado por la noche el barato restaurante vietnamita de la rue Saint Jacques y hablan de cosas importantes, jamás mencionan trivialidades ni se dedican al palique, sino que se ciñen a las ideas, la política, la filosofía. Incluso en su tiempo libre, cuando están solos, únicamente piensan en la recepción que tuvo Hegel en la vida intelectual francesa del siglo XX. Lo único importante en la vida es el pensamiento.

Más adelante, comparándola con los universitarios norteamericanos, escribe:
Cuando ella tenía su edad, había visto todas las películas de Kurosawa, de Tarkovsky, de Fellini, de Antonioni, de Fassbinder, de Wertmuler, de Satyajut Ray, de René Clair, de Wim Wenders, de Truffaut, de Godard, de Chabrol, de Resnais, de Rohmer, de Renoir, mientras que lo único que todos los chicos americanos han visto es La guerra de las galaxias.

En la página 308 escribe:
Ah, cómo rezó ella, cuando llegó a Athena cinco años atrás , para conocer a un hombre maravilloso que proyectara su poder, pero fue en vano, pues el grueso del profesorado masculino más joven está formado por esos tipos caseros, emasculados, nada estimulantes en el aspecto intelectual, pedestres, los maridos aduladores de Sara Lee, a los que ella ha clasificado para sus corresponsales en París como Los Pañales.

Lo interesante de Delphine Roux es que me parece con creces el personaje más vivo de la novela. Por supuesto, esto es lo que más me atemoriza de la novela. Incluso más que Les Farley quien es el otro psicopata. Terrible encontrarse con una Delphine Roux en la vida.