Antes de ayer se me quedó en el asiento de un avión de American Airlines, la última novela de Julian Barnes : Arthur and George. Excelente novela. Tan sólo me faltaban cuarenta páginas para terminarla. Cuando llegué a casa y vi que la novela no estaba, casi se me salen las lágrimas. Giselle me consoló e inmediatamente la pidió por Amazon. Me dice que va a llegar en dos semanas y media junto a una novela de Edwidge Danticat.
Vaya espera. Me siento como un policía de provincia, sentado en una mecedora mirando la lluvia caer, mientras espera que le manden las evidencias de un caso de homicidio desde Scotland Yard. Sin embargo, dicha espera hace que la novela sea más enigmática, más sorpresiva, y permite que juegue con el mayor número de conjeturas e hipótesis acerca de la trama que se iba cerrando poco a poco como un abanico chino. Para no volverme loco, he decidido sentarme a leer El viento ligero en Parma del gran Enrique Vila -Matas. A Enrique Vila - Matas lo vengo leyendo desde hace varios años con mucho gusto y placer.
El viento Ligero en Parma, publicado en el 2005, es una de esas miscelaneas que tanto Pitol, Sebald o Vila - Matas ( y otros más) nos vienen acostumbrado desde las décadas finales del siglo pasado. Enrique Vila - Matas se refiere a Gombrowicz, Beckett, Tabuchi, Bioy Casares, Pessoa, Miquel Barcelo, pero al mismo tiempo habla de él. Cuando escribe sobre Lisboa, Parma, Zurich o Venezuela, se encuentra hablando de sí mismo.
Habla de su escritura. Excesivamente. Se dedica a cazar nuevos Barterblys para su libro infinito Barteblys y Cia.
Este libro me recuerda un volumen anterior titulado Las Ciudades Nerviosas. Si no me equivoco, de ese volumen, se toma un ensayo dedicado a los Detectives Salvajes titulado Bolaño en la distancia. En este Enrique Vila - Matas escribe : Los detectives Salvajes - vista así - sería una grieta que abre brechas por las que habrán de circular nuevas corrientes literarias del próximo milenio. Palabras que aparecen en todas las contraportadas de Los Detectives Salvajes de Bolaño.
De Sergio Pitol escribe al final de un ensayo: Su estilo consiste en viajar y perder países y en ellos perder siempre uno o dos anteojos, perderlos todos, perder los anteojos y perder los países, perderlo todo: no tener nada y ser extranjero siempre.
Sobre el oficio de escribir menciona lo siguiente: Lo que en estos días yo no sabía era que para ser escritor había que escribir, y además escribir como mínimo muy bien, algo para lo que hay que armarse de valor y, sobre todo, de una paciencia infinita, esa paciencia que supo describir muy bien Oscar Wilde: "Me pasé toda la mañana corrigiendo las pruebas de uno de mis poemas, y quité una coma. Por la tarde, volví a ponerla"
O sobre el oficio de publicar: Muchos escritores inéditos porque han visto rechazados sus manuscritos creen que los que publican libros viven felices lejos del rechazo. Y sin embargo no es así ni muchísimo menos, no hay un sólo escritor reconocido que no sea cosido a rechazos a lo largo de toda su carrera.
O del orden de la vida: En los días de mi más extrema juventud, en años franquistas, todo era obligatorio y debía hacerse con un gran orden. Las cosas, por ejemplo, comenzaban por el principio y acababan por el final. Por eso fueron una gran sorpresa para mí, y no lo he olvidado nunca, unas declaraciones de Jean - Luc Godard en las que decía que le gustaba entrar en las salas de cines sin saber a qué hora había empezado la película, entrando al azar en cualquier secuencia, y también le gustaba marcharse antes de que la película hubiera terminado.
Recomiendo El viento Ligero en Parma a los que adoran los libros, viajar, observar, vivir y sufrir de spleen. Los dejo con una portentosa entrevista que hace un tiempo mi amigo Javier Moreno le hizo a Enrique Vila - Matas: Entrevista con el Vampiro. Sie sie sie.