miércoles, 21 de marzo de 2007

Ella Cantaba Boleros

He leído muchísimas veces Tres Tristes Tigres de Cabrera Infante. Tengo una edición de bolsillo que durante mi adolescencia llevaba por todos lados. Confieso que he leído más a Cabrera Infante que a Lezama Lima o a Alejo Carpentier. Pero sobre todo he leído los Tres Tristes Tigres y luego los libros de cine y de ensayos literarios. Y recientemente, Ella cantaba Boleros, que compré hace unas semanas. Cabrera Infante tiene sabrosura al escribir, y cuando uno entra en sus libros, es como si se entrara a una salsoteca o a un salón de baile y no se hiciera otra cosa más que bailar. Porque en los libros de Cabrera Infante se baila. Cabrera Infante es al Bolero y al Son lo que Jack Kerouac es al Blues y al Jazz.

Cabrera Infante escribe en el prólogo: Este libro debe su existencia a los consejos de dos escritores amigos. Uno de ellos, Mario Vargas Llosa, en fecha tan temprana, o tan lejana, como 1964, me aconsejó que publicara Ella cantaba boleros no como el hilo conductor que era de Tres tristes tigres, sino como una narración independiente. Han pasado exactamente treinta años para que yo hiciera caso: así soy de testarudo. El otro escritor amigo es Javier Marías, quien con su perspicacia de autor y, lo que es mejor, su autoridad como lector, me aconsejó, no bien apareció La Habana para un infante difunto, publicada en 1979: "El último capítulo es perfecto. Debieras publicarlo por separado." Y aquí están, juntos pero revueltos, los capítulos de Ella cantaba boleros (más, hay que decirlo, lo que iba a ser su final original y que por afán de simetría elininé de TTT: ese Metafinal que he publicado por separado sin ser una separata y cuyo subtítulo se debe y puede leer también como Meta final), y el largo lamento de amor que tiene por maestro a Ovidio y su Ars amatoria y por exergo, luego suprimido, ese verso que Shakespeare cita en Romeo Y Julieta: "Jove ríe ante el perjurio del amor". Las dos narraciones celebran a la noche y parecen citar, recitar el verso de Amores : O lente, lente currite noctis equi, que quiero traducir como:Corre lento, lento jinete de la noche.

Vamos por partes. Al texto que se refiere Javier Marías y que se extrae de La Habana para un infante difunto es el llamado La Amazona. Es un relato caliente caliente caliente. Se trata de un tipo casado que se enamora de una actriz que está buenísima, de las vicisitudes que pasan, las aventuras sexuales, la Habana de los cincuenta, eyaculaciones, tetas carbonizadas, moteles, envenamientos falsos, traición, deseo, máscaras, abortos, estudiantes de medicina fusilados, amores desaforados.

OJO. Buenos pasajes de sexo. Subrayé una frase que menciona el narrador en la página 51: Safari sexual. Lo he pensado y me parece que Safari Sexual puede funcionar perfectamente como titulo para una página web pornográfica caribeña o para titular una antología de cuentos eróticos caribeños escritos por turistas o de titulo para los próximos cuentos de Pedro Juan Gutiérrez.

En cuanto a las secuencias del mismo nombre del libro que aparecieron en Tres tristes tigres, en éste volumen se pueden leer en orden y de una manera concentrada. Buen consejo de Varguitas Llosa. Para quien no recuerda, Ella cantaba boleros estaba disperso a lo largo y ancho de Tres Tristes Tigres. Narrada por Códac, un fotógrafo del mundo de la farandula, que una noche se topa con la Estrella, una obesa cantante de bolero, que buscaba convertirse en la mejor cantante cubana y que tiene una voz potente. Tan potente que no necesita acompañamiento musical. Yo conocí a la Estrella cuando se llamaba Estrella Rodríguez y no era famosa y nadie pensaba que se iba a morir y ninguno de los que la conocían la iba a llorar si se moría, reza la primera oración del largo relato. Más adelante se lee: Era una mulata enorme, gorda gorda, de brazos como muslos y de muslos que parecían dos troncos sosteniendo el tanque de agua que era su cuerpo.




Buscando y buscando en internet, me he percatado de que Estrella Rodríguez en realidad existió y que incluso se tienen fotos (como se ve arriba) y grabaciones de ella. Se llamaba Fredesvinda García, conocida como La Freddy. Cabrera Infante se hizo amigo de Freddy en sus días de noctámbulo habanero y se inspiró en la cantante para crear el mítico personaje de la Estrella. En una de las muchas entrevistas que le hicieron en vida, dijo: Todo lo que yo cuento en Ella Cantaba Boleros es muy ficcionalizado. Hay elementos en el libro que son imaginarios, como aquello de que se negaba a cantar con orquestas. Eso no era así. Ella quería triunfar. Cantaba con cualquiera. Yo nunca pude establecer con certeza algunos detalles de su vida. O de su muerte.

El volumen de Ella cantaba boleros incluye un metafinal donde se describe el deceso de la Estrella en México, el envío del cuerpo a la Habana y la misteriosa y divertida situación que se presenta en alta mar.