domingo, 7 de enero de 2007

Philip Seymour Hoffman se toma un café con Julian Barnes


El sábado pasamos por un Mr Movies y alquilamos la película Love Liza. La alquilamos porque ahora mismo mi actor favorito es Philip Seymour Hoffman. Porque veo cualquier película en que aparezca Philip Seymour Hoffman. Me gustaría ser vecino de Philip Seymour Hoffman y subir de vez en cuando a su apartamento y contarle cientos de chistes para escucharlo reír. Me encanta la risa de Philip Seymour Hoffman y me gusta el eco que deja. Sobre todo cuando se ríe en Love Liza. Sobre todo en esa escena de Love Liza en que empieza a reírse en un salón, a medida que sus compañeros de trabajo lo van dejando solo. En Love Liza, Philip Seymour Hoffman es Wilson Joel, un diseñador de páginas webs, que queda totalmente trastornado cuando su esposa se suicida. No sabemos nunca cómo se suicida. Aunque un amigo le grita a un grupo de pilotos de barcos de juguete, que Liza se voló la tapa de los sesos. El personaje de Philip Seymour Hoffman de tanto sufrir, se hace adicto a la gasolina. Escena tras escena, lo vemos dirigirse a la bomba de gasolina más cercana, llenar un galón y llevárselo a la casa donde moja un paño con gasolina y lo huele hasta quedar aturdido.

La trama de esta película funcionaría de maravilla como trama de uno de los cuentos del libro La mesa limón de Julian Barnes. Lo digo porque hace unos días estaba leyendo los cuentos de dicho libro, cuentos, que al igual que Love Liza, te dan ganas de oler gasolina en la sala de tu casa o llorar cuando debieras reír y reír cuando debieras llorar. Resultaría fabuloso que alguien se dispusiera a hacer una adaptación al cine de los cuentos de La Mesa Limón y que Philip Seymour Hoffman los protagonizara todos. En Una breve historia de la peluquería, Philip Seymour Hoffman sería el muchacho de mediana edad, medio hippie, que se va a cortar el pelo. En La historia de Mats Israelson, Philip Seymour Hoffman interpretaría al nórdico Anders Borden. En La de cosas que sabes, Philip Seymour Hoffman puede ser el mesero gay que atiende a las dos simpáticas ancianas. En Higiene, Philip Seymour Hoffman sería el señor que viaja para encontrarse con su querida en otro pueblo. En El Reestreno, Philip Seymour Hoffman haría el papel de otro escritor, del viejo Turgenev que se enamora de una joven actriz y repite esta frase: tienes el juicio necesario para saber que el tiempo no siempre cura el dolor. En Vigilancia, Philip Seymour Hoffman sería el protagonista gay que amenaza a las personas que hacen ruido durante los conciertos sinfónicos. En Corteza, interpretaría al gordo Jean-Etienne Delacour que se acuesta con quien no debió haberse acostado. En La Jaula para frutas, puede ser el hijo narrador mientras el viejo jubilado puede ser interpretado por Bill Murray. En El silencio, Philip Seymour Hoffman sería el músico que escribe una sinfonía en un jardín y le dice adiós al mundo.

Philip Seymour Hoffman no es mi vecino. Es imposible que sea mi vecino. Pero si fuera mi vecino, lo escucharía riéndose ahora mismo, sentado ante una mesa frente a Julian Barnes. Bebiendo café y fumando. Como en una escena de Coffee and Cigarrettes o un cuento de Barnes. Philip Seymour Hoffman que más que actor es un autor. Philip Seymour Hoffman que si se quita los lentes y se recorta un poco el pelo, se asemeja a mi vecino Jean Andrea.