Conocí al escritor Carlos Monsivais hace aproximadamente un año. Me presenté de la siguiente manera, mi nombre es Frank Báez: soy el encargado del buffet. Pero tratemos de explicar de una manera coherente todo el asunto.
Se da el caso de que me llega una invitación de la revista Contra Tiempo a una cena en que el escritor Carlos Monsivais iba a ofrecer una conferencia. La contribución al evento era de setenta y cinco dólares, por lo que le escribí a la persona que me había enviado la invitación y le expliqué que no podía pagar semejante cantidad. Al rato la persona, una dominicana simpatiquísima, me respondió que si me interesaba podía trabajar como voluntario. Le contesté que sí. Dos semanas después estaba en Pilsen, en el Mexican Fine Arts Center Museum de Chicago, moviendo mesas, colocando manteles y entrando de tanto en tanto a un cobertizo, junto a un gringo, levantando huacales y analizando cuántas botellas de cerveza se iban a consumir durante la noche. Lo hice de maravilla, aunque en ocasiones abría una caja y me quedaba observando las tazas o los recipientes sin la más mínima idea de dónde los iba a colocar o para qué funcionaban. Llevábamos platos, platones, platillos, cucharas, cucharitas, cucharotas, cucharones, tenedores, cuchillos, saleros, crema, botellitas de agua, servilletas, vino, cerveza, agua oxigenada. Uno de los gendarmes, un mexicano que había cruzado la frontera quince años atrás, me explicó la diferencia entre un suape y un mopeador. Yo la verdad todavía no entiendo. Pero fue una buena demostración. Lo felicité por ello. En un momento, las luces del escenario no encendían y me preguntaron si yo sabía de luces y yo que no tenía idea, murmuré que sí y de alguna manera milagrosa las logré encender.
Poco a poco fue llegando la gente. Había mexicanos intelectuales discutiendo de política. Había gringas casadas con mexicanos y mexicanos casados con gringas. Había lesbianas en chacabana. Había mucha gente. Había dominicanos. Había un señor con el pelo largo que tenía enrollado en la cabeza un manto de la Virgen de Guadalupe y que entró al salón con una especie de lanza en la mano. La colocó contra una esquina, le pidió una copa de vino a una de las bartenders y se sentó en la mesa que estaba frente al bar, donde estaba el grupo de música folklórica que iba a cerrar la actividad y donde estaba yo con otra copa de vino, bebiendo y dándole vistazos a las demás mesas. Una de las bartenders me volvía a llenar la copa cada vez que me la acababa. Al señor que andaba con la lanza le decían López. Me habló un poco. Luego se calló. Luego me dijo que yo parecía chilango. Luego me explicó que todos los que estaban en la mesa eran de Veracruz y que en Veracruz se escucha mucha música tropical como en Santo Domingo y se come mucho pescado. Peje, me dijo. Después el que estaba a su derecha se puso a hablar de música y de su familia, de sus catorce hermanos y en un momento dijo que a veces se le olvidaban los nombres de algunos de sus hermanos y que se tenía que concentrar y concentrar hasta que le venían a la mente los nombres.
Entonces Carlos Monsivais subió al escenario. Ahí estaba, sentado en una mecedora, al lado de una mujer de mediana edad y pelo largo que según explicaron, tenía un famoso programa cultural en la radio y que esa noche se encargaría de hacer una serie de preguntas al invitado. Las preguntas iban desde política a literatura, desde México a Estados Unidos, desde presidentes al Papa, al Apocalipsis. Las preguntas no eran muy buenas, pero Monsivais se las arreglaba para dar respuestas contundentes o a veces se perdía entre largos monólogos que se iban alejando de la pregunta inicial, al extremo de que uno se olvidaba de lo que la entrevistadora había preguntado.
Habló de decadencia poética en México. Habló de López Obrador. Habló de MTV. Habló de Andy Warhol. Habló de su actuación junto a Juan Rulfo en la película "En este pueblo no hay ladrones” basada en el cuento de García Márquez del mismo nombre. Cuando mencionó esto, el mexicano de los catorce hermanos dijo que una de las actrices que aparece en la película era la mamá de una de las mujeres de uno de los catorce hermanos que tenía. Habló de cómo la novela se encontraba en estos años desempeñando el papel que debe desempeñar la poesía y que consiste en clarificar el lenguaje y establecer sus limitaciones para en lo adelante destruir esos límites.Luego dijo que estaba cansado de hablar. Le aplaudimos y seguimos comiendo.
Me acerqué entonces a donde estaba Monsivais, siendo fotografiado y molestado por un montón de mujeres. Esperé. Esperé. Finalmente, le toqué el hombro y él se volteó y le dije que era el encargado del buffet. Se sonrió, ya que estaba esperando que le dijera otra cosa, que adoraba sus libros (los que ciertamente me encantan) o que era poeta. Le dije que el postre estaba delicioso. Carlos Monsivais me agradeció.
Carlos Monsivais que recientemente ha recibido el premio Rulfo por su trayectoria literaria. Carlos Monsivais que es un personaje en los Detectives Salvajes de Bolaño. Carlos Monsivais es uno de los prosistas más importantes de México y ha enriquecido y continuado la tradición dejada por Alfonso Reyes y Octavio Paz. Carlos Monsivais es conocido por sus antologías: Antología de la poesía mexicana del siglo XX y Poesía mexicana II. 1915-1985. Carlos Monsivais se fue en el mismo momento en que estaba subiendo el grupo folklórico de Veracruz a tocar. La pasé bien mirándolos. Los micrófonos se dañaron. Uno de los que estaban sentados a la mesa y que era el que cantaba dijo que lo iban a hacer sin electricidad, a la manera antigua, como durante la revolución. La gente se levantó a bailar. Las luces entonces se apagaron.