domingo, 21 de diciembre de 2008

Entrevista a Junot Diaz

La siguiente es una entrevista realizada a Junot Díaz durante los días 28 y 29 de agosto y publicada en la revista Global Sept/ Oct 2008. Sobre ella no tengo comentarios, tan sólo agradecer a Ruth Herrera, Junot Díaz y Giselle Rodriguez Cid.

Frank Báez: Según he leído, los orígenes de La Breve y Maravillosa vida de Oscar Wao se remontan a una epifanía que tuviste al tomar un libro de Oscar Wilde en un apartamento del DF.

Junot Díaz: En el año 99, a mi me dieron una beca para México. Del DF me llamaba la atención la historia de Trotsky, del Che, de Fidel. Tenía un grupo de amigos mexicanos locos que les gustaba tomar. Una noche estábamos en una casa. Había dos mexicanos que se creían intelectuales. Cada vez que se tomaban dos o tres tragos hablaban de todos los libros en inglés que habían leído. Entonces uno de esos tipos, me tenía casi preso en el sótano, hablándome de Oscar Wilde. El hablaba inglés peor de lo que yo hablo español. Cada vez que mencionaba el nombre de Oscar Wilde decía mi escritor favorito es Oscar Wao.

Esa noche, cuando fui a mi apartamento, muerto de la risa, me tiré en la cama, y como un relámpago vino esa idea de Oscar, de su mamá Belicia, de su abuelo Abelard, de su hermana Lola y de su dique mejor amigo Yunior, que es el narrador de la novela. Todo eso por tequila y mierda. Después de esa noche, yo duré siete años trabajando esa idea.

F.B: Mientras Negocios es un libro de tu vida, Oscar Wao es un libro que sale más bien de tu biblioteca. ¿Pudieras establecer donde está la diferencia entre Negocios y La Breve y Maravillosa vida de Oscar Wao?

J.D: Yo arranqué Negocios del corazón mío. Lo que pasa es que cuando se quema esa materia prima tienes que buscar en otras fuentes. Ya cuando escribí Negocios, me di cuenta que mi pobre familia no podía aguantar otro libro. Abusé de ellos completamente. Hay gente que tiene una familia tremenda, que tienen tíos y abuelos de los que pueden sacar 25 novelas. Con el segundo libro yo quería jugar. Quería algo serio, pero al mismo tiempo que fuera un juego. Negocios es un libro que quiero mucho, pero es un libro que no puedo leer sin sentir dolor. Aunque en la novela hay muchas cosas difíciles, tenía que jugar, porque si no, terminaba tirándome del puente.

F.B: Tus dos libros tratan de sagas familiares. Específicamente de familias inmigrantes. ¿Qué es lo que te atrae a este tipo de narración?
J.D: Es una situación difícil. Las familias son difíciles. Pero imagínate una familia que tiene que aguantar la inmigración. Todo lo que estudiaste en tu país no vale nada aquí. Estudiaste cinco años para ser doctor, y bueno, tienes que ponerte a lavar platos. Así cualquier familia explota. Me interesa porque a través del foco de la inmigración, uno puede ver el corazón de cada familia. En el proceso de inmigración las personas se notan como realmente son. Es una experiencia que mucha gente del planeta conoce, pero sobre la que mucha gente no quiere hablar.

F.B: En una entrevista que te hice anteriormente, te referías a que estabas barajando el epígrafe del libro entre el fragmento del poema de Walcott y uno de Pedro Mir. ¿Qué te atrae de la poesía de Pedro Mir?

J.D: A mi me fascina Pedro Mir. Pero la verdad no funcionaba para el principio de la novela. Mi familia, como buenos dominicanos, me criticaba y me decía tú eres un vendepatria. Pero era que no funcionaba.

F.B: ¿Pertenece La Breve y Maravillosa vida de Oscar Wao a la tradición del realismo mágico o a la tradición de la ciencia ficción?

J.D: Pienso en la idea del libro de una manera sencilla, a partir de Todorov y su postulado de lo fantástico, lo extraño y lo maravilloso. No creo que este libro tenga relación con el Realismo Mágico. De hecho, creo que las cosas que ocurren en este libro que son raras para mí, pertenecen más a la Ciencia Ficción. Lo que resulta interesante para mí es que el libro es básicamente un test hecho a partir de las ideas de Todorov… la forma en que él divide los diferentes géneros al decir: cuando algo raro ocurre en una historia que no tiene explicación, donde hay una mangosta que habla, tienes que tomar la decisión de que si esa mangosta que habla es lo fantástico. Ahora, si la mangosta está hablando porque te han dado bastantes golpes en la cabeza y tú estás loco y la mangosta no está verdaderamente hablando, si eso es cierto, entonces se convierte en una historia de lo extraño. Pero, si en la historia hay realmente una mangosta hablando, entonces se convierte en una historia de lo maravilloso.

Cuando pienso en el libro, veo que este trata que cada lector encuentre lo fantástico y tome la decisión de si van a interpretar el libro como lo extraño, esto es de que es un material raro pero que siempre tiene una explicación, o de que hay un material raro y que esa es una mierda válida. Así que en mi mente, el juego que me gusta jugar se asemeja al Test de Litmus, dependiendo de tu decisión acerca de qué es el libro, el libro se transforma en eso. Al pensar en una mangosta que habla, tengo bien claro en mi mente que se trata de un ser de otro planeta.

F.B: ¿Cuál es el origen de la mangosta en tu novela?

J.D: La mangosta no es más que una copia de un personaje de ciencia ficción extraído de una novela llamada Flight to the Lonesome Place, escrita por este escritor americano que vivió en Puerto Rico varios años y que escribió esta novela sobre una dominicana, un puertorriqueño y un muchacho negro. En esta, hay un ser que se asemeja a una mangosta que habla. Por lo que la mangosta es extraída de esta novela. Ese personaje de esa niña, fue el primer personaje dominicano que yo conocí en la literatura. Eso me fascinó. Estoy obsesionado con estas extrañas referencias.

F.B: En este tenor, ¿te puedes referir al hombre sin cara que aparece en ciertos pasajes de la novela?

J.D: No oculto el hecho de que mi cara siempre me ha atormentado. A nivel personal, mis familiares son bien parecidos. Yo era el único de mis hermanos que tenía el apodo de el feo. Así que siempre estuve interesado en la idea de que había algo fundamentalmente erróneo con mi cara. Por lo que me fascinaban las personas con máscaras. Siempre quise estar oculto tras una máscara. Esa es una de las razones por las que me atrae este tipo de configuraciones faciales, la idea de personas con máscaras o sin cara. Creo que es realmente aterrador, al punto que una parte de mí, piensa que más sencillo que ser el feo es ser una persona sin cara. Es una buena metáfora.

Específicamente, uno de los focos interpretativos de esta novela es Dune, donde ocurre una cosa muy interesante, que es que Dune habla de esta gente que tienen la capacidad de arrojar su percepción hacia delante y hacia atrás en el tiempo. Y lo que ocurre en Dune es que los malos, todos los malos telépatas y precognitivos, intentan resolver – esta es un pequeña porción del libro - quién es el Mesías, y cada oportunidad que tienen para averiguarlo, algo los bloquea, por lo que la conclusión que alcanzan es que el Mesías al arribar en el futuro está arrojándose a sí mismo hacia el pasado para proteger su ser que no ha sido descubierto. Siempre he pensado que en el caso del hombre sin cara, una de las posibles interpretaciones es que se trata esencialmente de alguien en la familia que se arroja a sí mismo de vuelta en el tiempo para tratar de advertir y ayudar a la familia.

Nuevamente, Dune lo pone claro, el proyecto familiar es tan semejante al proyecto de la creación del Mesías, el Kwisatz Haderach, donde el Mesías en este caso es la persona que puede salvar a la familia del Fuku. Así que al preguntarte quién es el hombre sin cara, también pregúntate quién es el Mesías. Cada uno de los miembros de la familia tiene la oportunidad de ser el Kwisatz Haderach, y la novela lo pone bien claro, cuando Oscar envía su última carta, él describe a Yunior como el Conde Fenring, y el Conde Fenring no es otra cosa que un Mesías fallido. Es quien pudo haber sido el Mesías, pero algo estaba mal, algo en su código genético ocurrió y estuvo a punto de logarlo; esto significa que Oscar, Lola, Beli y Abelard, todos tuvieron la oportunidad de ser el Mesias, ser la persona que conecte todas las historias de la familia y romper el Fuku. La idea que tengo del libro es que hay alguien que lo hace y que se lanza a través del tiempo, porque tan pronto te conviertes en el Mesías puedes romper el fuku, y también lanzarte atrás y adelante en el tiempo.

Esto es parte de la estructura de la novela, y la mayoría de las personas dicen que se trata de Realismo Mágico, pero yo digo que no, se trata de Dune. Así que creo que si la gente estuviera realmente interesada y trajera sus propios enfoques, que si en vez de simplificarlo todo diciendo oh, esto es realismo mágico, ellos dijeran oye, hay algo detrás de esto, y lo que hay detrás es esta obsesión que tengo con el género que conecta con nosotros los dominicanos. Dune conecta con los dominicanos de una manera importante, porque somos los únicos que han sobrevivido a un programa de reproducción como el Bene Geserit. Tú sabes, ese que era denominado Esclavitud. De eso se trata. No hay otro grupo en el mundo que puede proclamar eso.

F.B: Javier Moreno, desde Francia, quería hacerte esta pregunta, ¿la inmortalidad de Dr Manhattan es la evidente mortalidad de Oscar?

J.D: Piensa en Dr Manhattan que tras su accidente se transforma en una propiedad física. Una personificación de la física. Lo que es loco acerca de Oscar es que él se convierte en el equivalente humano de una historia. Cuando Oscar era sólo un nerd, y no tenía poderes como nerd, él no podía cambiar nada, no podía ser nadie, pero tras su muerte, en su familia, él se transforma en una historia. Para su familia él se transforma en la versión narrativa del Dr Manhattan. Lo fascinante al respecto es que el libro repite que para contrarrestar una historia de odio, para contrarrestar un fuku necesitas un zafa, y lo que es realmente interesante es que él se transforma a sí mismo en una historia que está en pedazos, ya que cualquier historia que tenga valor debe unirse, pero siento que en algún sentido la muerte de Oscar le dio a la familia la oportunidad de unir las piezas. Es decir, que ahora alguien puede hacer lo necesario. Siempre he pensado que eso es lo maravilloso con respecto a Oscar. La gente siempre me pregunta por qué la vida de Oscar es maravillosa, y yo respondo que cuántos de nosotros al morir pasaremos a ser la historia central de nuestras familias. No una historia negativa, como ¡ay!, ese tipo cayó preso, si no un ejemplo de bondad. En lo adelante, cada miembro de la familia va a explicar por qué Oscar hizo lo que hizo.

F.B: Puedes referirte a los personajes de la novela. ¿Qué puedes decirme de Abelard?

J.D: Hay tantas familias dominicanas que tiempo atrás, cuando sus abuelos, poseían mucha tierra y mucho dinero. Hay toda esa mitología de sobremesa de cómo muchas familias dominicanas cayeron. Pienso que Abelard fue una excelente representación de alguien que lo tenía todo y básicamente llega a ser destruido.

F.B: ¿De Lola?

J.D: La mayor parte es autobiográfica. Yo tengo una hermana que huyó de la casa a los quince años. Nunca retornó. En muchas ocasiones lo olvidamos, pero ser hija de una familia dominicana es quizás la peor cosa que uno puede ser. Estuve ahí con mi hermana; lo vi todo. Hubo un momento en que ella tomó la decisión, y no se lo contó a nadie. Un día no estaba más ahí. Y lo divertido es que, en ese momento, era la mejor decisión… uno no quiere decir que fue lo mejor, porque mi hermana sufrió mucho, pero de alguna forma ella se las arregló para escribirles a mis padres la mejor carta de despedida.

F.B:¿De Beli?

J.D: Hay un gran cuadro de madres dominicanas que les dan todo a sus hijos, excepto cariño y apoyo emocional. Ellas mismas no han recibido nada. En su filosofía lo que tienen que darle a un muchacho es comida, una casa, una buena escuela. Tenemos este estereotipo de que los caribeños somos cariñosos, pero nosotros tenemos mucha gente traumatizada que no andan por ahí siendo muy afectivos que digamos.

F.B: ¿Pudieras referirte a la relación entre Yunior y Oscar?

J.D: Lo que termina pasando es que el pariguayo –ese es el vigilante por excelencia en la Republica Dominicana- se cansa de ser el Party Watcher. O sea, Oscar se pasa la vida siendo el vigilante, mientras Yunior está viviendo. Lo fascinante es que terminan, luego de la muerte de Oscar, cambiando los papeles: quien termina siendo el vigilante o pariguayo
es Yunior. Lo que Yunior jamás se imaginó, es que él iba a terminar escribiendo y describiendo todas esas vidas, que es lo que hacia Oscar. Y de alguna manera Yunior lo suplanta, por eso ese juego constante entre Party Watcher-Watcher, el pariguayo y el vigilante, ese ir y venir, esa es una de las cosas que los conecta. Oscar nunca quiso ser el pariguayo, él quería tomar parte; Yunior nunca quiso ser el pariguayo, pero al final termina siéndolo.

F.B: Arturo Victoriano te manda esta pregunta desde Ontario. ¿Por qué si no hay duda alguna de la negritud de Oscar los mitos que aparecen son en su mayoría taínos? Esto lo dice porque en la novela no hay un mito fundacional negro.

J.D: Ah, pero creo que están ahí. Tenemos a Liborio. Tenemos Los Misterios, los Santos…Están ahí, es que la gente no quiere ver lo que ellos no quieren ver. Que puede referirse más a nuestras raíces africanas que la discusión de La Esclavitud. De alguna manera, la historia más profunda del libro es acerca de la esclavitud. Es sobre Belicia esclavizada, es sobre la maldición que es producida por el genocidio y la esclavitud. De nuevo siento que es una de esas cosas que dependen de tu punto de vista.

F.B: ¿Más que hacer una película de La Breve y Maravillosa vida de Oscar Wao no preferirías que, por ejemplo, los hermanos Hernández la ilustraran e hicieran un comic?

J.D: Claro que sí. Pero son artistas. Ellos no trabajan con material ajeno. Lo que es malo, ya que en algún sitio de mi cabeza todas las partes históricas del libro fueron dibujadas por Beto, y todas las partes modernas por Jaime. Por cierto, Vertigo, una editorial de DC Comics, me invitó a escribir una novela gráfica. Si voy a hacer esto, me gustaría que el artista gráfico fuese un artista dominicano.

F.B: Al enterarte que Bob Dylan había sido uno de los galardonados con el Premio Pulitzer, dijiste que para La Breve y Maravillosa vida de Oscar Wao habías escrito un capítulo dedicado a algunas de sus canciones, pero que al final no lo incluiste en la novela. ¿Existe el texto? ¿Pudieras referirte a esto?

J.D: Existía un capítulo completo, y no sólo era Bob Dylan, también estaba Sam Cook, Muhammad Ali y Malcom X. Era el capítulo de Belicia en los Estados Unidos. Era una locura. Sam Cook y Bob Dylan aportaban toda la música. Muhammad Ali y Malcom X aportaban, de alguna manera, toda la tragedia. Era una gran idea, pero no funcionó. Ni siquiera sé si fue tan grande. Quiero decir que fue una mejor idea que lo que logré trasladar al papel.

F.B: Además de Dune, citas en múltiples ocasiones textos y referencias sacadas del libro El Señor de los Anillos. ¿Influyó mucho en ti esa novela?

J.D: El Señor de los Anillos, como libro, juega mucho con el temor de una dictadura. Cuando yo era chiquito, yo tenía un padre militar y cada vez que él quería jodernos decía ¡si Trujillo estuviera vivo, los hubiera matado, pariguayos! ¡En los tiempos de antes, comemierdas como ustedes estuvieran presos! Yo no conocía nada de Trujillo. Lo que yo conocía entonces era El Señor de los Anillos. Así que en mi niñez, Trujillo y Sauron eran lo mismo. Esa fue mi metáfora. Yo utilicé esa metáfora con el fin de entender a Trujillo.

F.B: Casi al final de la novela, Lola le dice a Yunior: Diez millones de trujillos, eso es lo que todos somos. ¿Qué opinión tienes al respecto? ¿Cómo ves a la sociedad dominicana actual?

J.D: Todavía, como sociedad, estamos traumatizados por Trujillo. A veces yo me siento así, como ante una comunidad de diez millones de Trujillo, especialmente cuando uno habla con un grupo de dominicanos y ellos te dicen bueno, a los haitianos los tenemos que matar a todos. La gente te lo dice. Te lo dice así mismo. Y luego se meten en la iglesia. Hay gente educada y que vive afuera y te dice lo que pasa es que quieren juntar a Santo Domingo con Haití. La cuestión es, ¿qué vamos a hacer, nosotros los dominicanos, al respecto?

F.B:Una de las referencias que más se repiten en la novela es la de la famosa e infame página en blanco de Balaguer. Si pensamos un poco, en cierto momento, el crimen de Oscar nos recuerda al crimen aquel del periodista Orlando Martínez.

J.D: Somos parte de una sociedad media enferma. Que Trujillo pueda decir voy a poner esta página en blanco…

F.B: No Trujillo, Balaguer.

J.D: Ah, es que yo los confundo a veces. Uno no sabe si reír o llorar. La idea de la página en blanco, yo la quería robar de Balaguer y usarla como metáfora de la historia dominicana y del Caribe, ya que tenemos más vacíos que presencias. Por eso esa página me interesó tanto. También esa página llama al lector y le dice llénala con algo. A veces tenemos vacíos en nuestra historia que nadie quiere llenar. En este país, la historia es tan fuerte, tan dolorosa, que nadie quiere hablar de eso. Aquí, como en los Estados Unidos, hay una alergia contra la historia. Por eso presento la página en blanco como metáfora, como idea. Además, habla de que cómo nosotros, de cómo los caribeños, que somos una página en blanco, que debemos llenarla con algo bueno, de una manera honoraria.

F.B: ¿Cuáles son tus influencias literarias; los escritores contemporáneos que más has te han enseñado?

J.D: Me encantan los libros de Haruki Murakami. La novela Sputnik, mi amor. Es uno de los mejores escritores del mundo. Me encanta el escritor de Martinica, Patrick Chaimouseaux. Salman Rushdie, de Inglaterra. También un escritor desconocido norteamericano que me ayudó mucho con su obra: Samuel R Delany. Me parece que es el mejor escritor que escribe en inglés del mundo. Mejor que Tony Morrison y Cormac McCarthy. Hay un boricua que murió recientemente, Edgard Rivera, que escribió la novela ''Family Installments: Memoirs of Growing Up Hispanic''. También hay una escritora japonesa de la que soy fanático llamada Natsuo Kirino y que tiene una novela que en inglés se titula: Out.

F.B:¿Qué ha significado ganar el premio Pulitzer y el respaldo que le han dado a tu novela el público y la crítica?

J.D: Hay gente que tiene un chin de éxito y este le dura para tres años. Yo gané un Pulitzer y después de tres semanas me sentía como que había escrito una porquería. Por un lado te sientes orgulloso, pero por el otro lado, ni premios ni aplausos te ayudan a escribir. Ninguna de esas cosas te ayuda a escribir o te ayudan a convertirte en un mejor ser humano. A veces coqueteo con la idea de que esta novela está hecha a partir de tres millones de fracasos. Yo conozco muchos escritores jóvenes talentosos que no entienden que tú tienes que comerte los mocos para lograrlo. El mejor arte del mundo se crea a partir de los errores.

F.B: ¿Cuánto dinero te dieron?

J.D: 10,000 dólares. De los 10, 000 del premio, después de los impuestos, salieron como 6,000. Le di la mitad a mi mamá. Con esa mitad pagué la renta y me quedaron 1,600 dólares, y con esos 1,600 compré un saco de Hugo Boss, que me costó 900 y luego le compré un vuelo a una ahijada a Santo Domingo.

F.B: En los últimos tiempos, han sido galardonados con importantes premios una generación de escritores que escriben sobre los inmigrantes que viven en los Estados Unidos. Pensemos en gente como Edwidge Danticat, Aleksandar Hemon, Jeffrey Eugenides o Jhumpa Lahiri. ¿Piensas que el ámbito literario estadounidense se está abriendo a estas voces, a estas historias?

J.D: No. Creo que la inmigración -inmigración como tema- la mencionan tan sólo para no tener que mencionarla de nuevo. De esa misma manera en que honran a los profesores un día para pasarse el resto del tiempo dándoles patadas en la cara. Eso es lo que siento. Me parece que a pesar del esfuerzo que estos tremendos escritores han realizado, y lo que pudiera parecer como un movimiento, te sorprenderías de cuán marginalizado se encuentra el tema de la inmigración: es un género más marginalizado que el género del Terror.


F.B: ¿Te entristeces cuando tus personajes mueren?

J.D: Bueno, las cosas que te rompen el corazón son muy distintas… a mi lo que me parte el corazón, y que nunca pude escribir o volver a leer sin llorar, es el momento en que Belicia está pensando en su niñez, cuando no sabía escribir o leer y trazaba unas líneas en la tierra y pensaba que si pudiera escribir, esas líneas serían su nombre. Es tan difícil tratar de explicar a la gente lo que fue crecer en un ambiente tan empobrecido donde no podías ni escribir tu propio nombre. Para mí esa es la parte más triste. Eso me duele más que la muerte de los personajes.